“¿Han parado
ya de chillar los corderos, Clarice?”
25-04-2012
Querida Clarice.
Sólo encuentro entre tus ojos el bosquejo de una
búsqueda perdida a través de los chillidos de los corderos, quizás y por más que
trabaja mi mente en ello, la búsqueda está en tu interior y no en el espejo de
tu mente, desde aquí puedo escucharlos, puedo olerlos e imagino con que te
sorprendería esta vez en mis artes culinarias y puedo soñar cuan sabrosa
sabrías, tan sólo estoy dudando por momentos que aderezo aplicarle cuando me
coma tu hígado.
Tras casi 10 años de anonimato y de obligado
desvanecimiento después de nuestra última cita, las heridas ya están
cicatrizadas y me mantiene vivo y en preparación para una última actuación,
simplemente encuentro atractiva la manera de, aunque ya nunca será igual,
probar muy gustosamente recetas experimentales. Ha pasado mucho tiempo,
Clarice, he podido observar el mundo con mis ojos y respirar el aire lleno de
belleza pero también lleno de oleajes perversos como también pude admirar que
hay una recreación, a mi parecer demasiado suave y blanda de mis actos, en una
película realizada en el 1991, tan sólo abogo mi perfil psicótico en ésta, lo encuentro
un poco exagerado, sólo soy un Doctor en Psiquiatría que se alimenta de
groseros silvestres que marcan de cierta manera su propio destino. Rechazo
también a idea de mi permanencia en pantalla la cual únicamente dura 16
minutos, insistiendo en mi modo de ser y de interpretar se le ofreció mi papel
a Jack Nicholson, otro gran hombre con la que disfruto de su horrenda cara de
perturbado demente en el cine, me proporciona seguridad saber que rechazó el
papel pero me proporciona desgana y un cierto malogrado propósito al saber que tal vez perdí un plato de mollejas
tiernas para cenar, pienso que debería comérmelo cuando tuve la oportunidad.
También sabrás que tal película, esa en la que
muestra nuestra mas grata admiración por parte de ambos y acerca una muestra de
amor inconsistente hacia los ojos del público no es mas que una muestra de
gratitud y una firma invisible hacia aquellos libros de cocina que tanto
ansiaba el FBI arrebatarme, los cuales puedo decir que me sirvieron de gran
ayuda para ampliar mi recetario. Aprendí mucho de ellos, como tu de mi,
Clarice. De tu baja posición al principio en el FBI y de tu perdida de
reconocimiento me pude beneficiar en mi gozo personal, quizás no hayas estado
nunca preparada, pero el aprendizaje no se tiene de por sí, simplemente
caminamos en su búsqueda y se adquiere, tu lo encontraste, pero no olvides mi
mano tendida para prestarte mi ayuda incesante, no hubieras conseguido nada de
no ser por mi, yo tampoco hubiera podido recrearme noches enteras imaginando el
sabor y el olor de tus muslos, de esa manera hemos salido los dos ganando. Tú de
mi y yo, de tus muslos.
Es un aprendizaje continuo de personajes tenebrosos
reales, así me beneficio de tal reconfortante actividad lectiva mientras
aprendo de los mejores. Aprendí de Albert Fish y mis técnicas inspiraron para
la realización de mi suave y tierno personaje en la película. Rudo y brusco
hombre que, como yo, tenía la necesidad de llevarse un gran pedazo de alguien a
la boca, gran conocedor de los beneficios carnales pero un perro atroz y
cobarde ante la preparación y los métodos del primer caníbal de niños. Una vez
conoció a alguien, Grace, quien le llevó un pedazo de
tarta, se sentó en su regazo y le besó. Decidió comérsela en ese instante. La
estranguló y la cortó en pedazos para poder llevársela a la habitación y
cocinarla, confesó a los policías después el delicioso menú que había
degustado, trasero asado al horno, dulce y tierno trasero asado al horno. Le
llevó 9 días comerse el cuerpo entero. Yo lo hubiera hecho en 4, tan sólo hay
que ver mi cara para apreciar mi apetito.
De la misma manera para el papel de Buffalo Bill se
fijaron también uno de los asesinos más sanguinarios que la mente humana puede
ofrecernos, esos desperfectos despreciables en el cerebro humano nos aclara los
beneficios que se les dan a unos y en cambio a otros pocos se les ofrece vivir
con normal naturalidad. Este asesino, el cruel y despreciable Ed Gein, fue
objeto de numerosas recreaciones en el mundo del cine, su originalidad a la
hora de crear muebles auxiliares con los huesos de sus víctimas y su
perfeccionamiento y aprendizaje diario en una prometedora carrera como modisto
usando piel humana, marcaron las bases tétricas para la creación de Buffalo
Bill y de muchos otros personajes en el cine, eso sí, sólo son simple imitaciones.
De recreaciones podemos seguir hablando y por suerte para ti estoy seguro de
que te servirán en tu vida personal y profesional. Recuerdo aquella mañana
soleada cuando aún estaba disfrutando de mis últimos y mas gratificantes
momentos en la celda de seguridad del FBI, logré escaparme de las esposas que
me retenían gracias a un pequeño trozo de metal de un bolígrafo, maté a un
guardia masticando los músculos de la cara
y lo que le hice al otro guardia, estoy seguro que no aún o lo has
olvidado, Clarice. Fabriqué una careta improvisaba arrancándole la piel facial
mientras me recreaba con las maravillosas notas musicales de un piano que
sonaba en mi pequeña radio, haciéndome pasar por el guardia malherido conseguí
salir de la celda gracias a la rápida intervención de la ambulancia, esa misma
recreación de mis hechos fueros copiados burdamente y en un elemento de
intentar superarme por “Saw”, una copia barata de la misma escena de la que me
tengo que sentir no mas que orgulloso al utilizarla para acabar de una manera
tan gloriosa esa película. He decir que Jigsaw, es un hombre que prometía un
fiel estilo y una marca a la hora de ofrecerse el mismo al juego de no ser una
simple ficción, pero que está un poco lejos de los métodos de los que tanto
ansiaba copiarme.
Por más que intentabas perseguirme y andar tras mi búsqueda
y captura, a mi no me parecía nada mas que una cita tras otra con la mujer que
tantos secretos compartía, por lo menos mientras tú seguías mis cautos pasos,
mi foto estaba en la ficha de los mas buscados y el FBI daba amenas clases para
el público, aficionados productores y directores de cine sobre los antecedentes
de sus malhechores capturados entre rejas, siempre hay que contar con la ayuda
del FBI aunque sea para la realización de films televisivos. De esta manera me
regocijaba una y otra vez viajando por todo Europa, disfrutando de su gente,
cultura, de sus libros y sobre todo de su comida.
Sé de buena tinta, que el actor que me representaba
en tal película, un tal Anthony Hopkins, que con su rostro pude identificarme
pero más con la encarnación y preparación de sus platos en las películas, pudo
disfrutar en sus carnes de mi gran fama como gastrónomo de primera
categoría después de que gracias a mi
virtud ganara un Oscar por su interpretación al comensal del año. Se puso de
moda ofrecerle platos con sorna y gracia e invitar a hígado crudo pidiese lo que pidiese. Los
asustados restauradores lo dejaron de hacer al poco tiempo, la respuesta que
les ofrecía Hopkins mezclado con una mirada digamos Lecteriana, fue: “Os
muerdo”. He de decir que puede ser mi pupilo mas adelantado, sabe utilizar mis
técnicas y se nota que en sus ojos penetra mal.
He de acabar esta carta Clarice, mis ganas de
conversar con usted son totalmente comparables con las ganas que tengo de
alimentarme de mi último amigo pero incompatibles con la funcionalidad de mi
horno ya caliente, pero no sin antes mencionar que será mi ultima cena, mi
carrera al parecer llega a su fin pero me enorgullezco totalmente de todo su
principio. Retirado en una humilde casa separada de graves bullicios, conocí a
un chico joven Español amante del cine, por mi avanzada edad se ofreció muy
formalmente a hacerme la compra. Le comuniqué que gustosamente aceptaba que me
llevase los productos de la lista a mi casa, lo que no sabía es que sería su
última compra. Una cabeza de ajo, una cebolla, unos champiñones con una
deliciosa botella de vino tinto para realizar un estofado de carne de sus
jugosas carrilleras y unos filetes de lomo porque de sus cuartos traseros nada
de nada.
Se despide emocionado su gran amigo.
Hannibal Lecter.
D.M.