miércoles, 14 de diciembre de 2011

E.T. El Extraterrestre (Steven Spielberg, 1982)


"Estaré aquí mismo"

Por mucho que sueñe en estar ahí arriba no pararía en pensar en estar ahí abajo. Ley básica humana de añoranza a lo querido. Tu vida, durante muchos, muchos años envejece más rápido ahí arriba. Tu tiempo es el que tienes, no hay más, muy escaso pero lo más valioso. Aprovecha cada bocanada de aire, cada instante, cada emoción. Un tiempo precioso para ser robado en un segundo por un contacto extraterrestre, ahora todo tu tiempo cambia. Lento, muy lento. Todo lo que está a tu alrededor pasa muy despacio. Apenas notas el movimiento y tus bocanadas de aire te ahogan

Cuando se avista un OVNI se considera que es la primera fase. Si se descubren evidencias se habla de la segunda fase. Si se produce algún contacto directo con extraterrestres se habla de la tercera fase. El último nivel, la cuarta fase es la abducción, el secuestro de humanos en contra de su voluntad para la realización de análisis y experimentos. En el 1972, el astrónomo y ufólogo Josef Allense estableció este protocolo que clasifica los cuatro tipos de encuentros básicos que ocurren entre humanos y extraterrestres. Avistamiento. Evidencia. Contacto. Abducción.  

Quizás sea la película mejor hecha y perfecta de Spielberg la primera con su productora Amblin Entertainment, por eso su logo es la silueta de Elliot y E.T. en la bici con esa inmensa luna azul preciosa detrás. Luego fundo Dream Works entonces recorto la luna un poco en creciente iluminada y puso a un niño sentado en la punta de abajo pescando sueños. La luna como objeto de sueños, un logotipo como creador de esperanzas e ilusiones. Con lo cual fue ganadora de cuatro Oscar de las nueve a las que estaba nominado. Un gran resultado pensando en todas sus buenas y merecedoras competidoras. En el 1982 Spielberg fue condecorado gracias a esta película con la medalla de la Paz de la ONU y el largometraje fue proyectado en la sede central de la Naciones Unidas por el sabor de sus emociones.

Esta historia, el propio Spielberg, la bautizo como esencialmente una autobiografía espiritual porque aunque nos quería hacer ver que el tema central de la historia se basa en una historia de amistad entre dos seres, no quería reflejar más que la situación emocional de los niños frente al divorcio de sus padres. Y eso Spielberg lo vivió muy cerca y obtuvo esta gran historia gracias al divorcio de sus padres y a su amigo imaginario que creo en aquel estado afectivo infantil. Su compañero imaginario fiel y la separación de sus padres propicio una historia sensacional que permanecería en su mente hasta que en el 1981 la realizo. El siguió con su sueño hasta conseguirlo. Recuerden, creador de sueños y esperanzas. Y la hizo pese a muchas oponencias y frente a numerosas denuncias por plagio de gente como un productor de Alien que aseguro que el guion fue plagiado en el 1967 y del dibujante barcelonés de comic Joaquín Blázquez que intento demostrar desde el estreno de E.T. que fue un plagio de Melvin, un personaje que creo siete años atrás para una publicación estadounidense.

Yo cuando vi la película de niño, se me quedo grabada en la memoria otra escena que no es esta y cuando revisione la película hace unos días la recordé intacta, tal cual era, incluso las emociones que sentí puedo decir que fueron las mismas. Elliot a sabiendas de que ni su madre, ni su hermano le creen, él sabe que hay algo fuera de la casa. Sale de casa a recoger una pizza jugando con su guante de beisbol y una pelota. Afuera no se oye más que los molestos ruidos de insectos nocturnos pero algo suena en el cobertizo. Se acerca pausado. Indeciso. La noche es fría y una espesa y fina capa de niebla hace que la luz de una bombilla en el cobertizo de madera resplandezca de claridad entre la oscura noche. Entre la luz de la neblina del cobertizo escucha otro ruido dentro. Se acerca temeroso, aterrorizado pero con valentía. Su cerebro le dice: Elliot, estás loco!!, pero sus piernas dicen lo contrario. A unos dos metros del cobertizo se para y traga saliva, respira hondo y una idea le hace una chasquido en su cerebro. Coje la pelota y la tira dando un par de botes dentro del iluminado pero a su vez sombrío cobertizo a través de la puerta. Traga saliva otra vez y los ojos abiertos de par en par no pueden creer lo que ven. La pelota vuelve a él a ras del suelo con la fuerza básica de un empujón desde dentro del cobertizo. Ahora si estaba seguro. Ahí dentro hay algo.

Tal cual lo cuento, tal cual lo recordaba de pequeño. Aun siento las mismas emociones y los pelos de punta cuando veo esa escena. Hay cosas que perduraran para siempre en mi subconsciente. Cosas que sacaran mis sensaciones a través de movimientos, gestos o palabras. Por más que quiera remediarlo y ocultarlo están ahí, curiosas por salir e intranquilas por recorrer mi cuerpo y mis nervios. Me enmudecen y me hacen sudar muchas veces. No os engañéis. Impaciente estoy yo también de sentirlo una y otra vez. Deseoso estoy  de esa adicción al saber, al fin, que la sensación de que recorra por mi cuerpo la emoción para mi es la mejor abducción. 

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