viernes, 9 de diciembre de 2011

Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979)


"En el espacio nadie escucha tus gritos"

Se conoce muy poco acerca del universo, aparte de la enorme belleza de las galaxias, los planetas, estrellas y constelaciones de estrellas, solo hay una cosa en su inmensidad que te puede poseer y es la soledad a la que estas expuesto que junto con la oscuridad del espacio es capaz de disfrutar de cada centímetro de tu piel y tu ni te das cuenta, lo único que tienes es una cara de pánico y de temor al pensar que por cualquier error puedes estar vagando durante mucho tiempo sobre ese manto negro y solitario. Por muy abierto que este el universo, la claustrofobia disfruta de ti.

Dentro de la nave Nostromo, ya es otra cosa. Disfrutas de casi todas las comodidades. Totalmente automatizado. Generadores de gravedad artificial. Inteligencia artificial. Piloto automático. Cierre centralizado. Elevalunas eléctricos. Mechero. Y trajes de astronauta. Trajes espaciales de los cuales tuvieron más de un susto y algún desmayo, eran de nylon, gruesos y pesados y no tenían ningún sistema de refrigeración o ventilación en el que pudiera escapar el dióxido de carbono, eso combinado con una grandísima ola de calor debilitaba a los actores e hizo falta más de una enfermera con bombonas de oxígeno.

No sé si habréis visto la película Gremlins, de Joe Dante, sobre el pequeño Gizmo que tiene unos determinados cuidados, bueno pues cuesta creerlo pero Alien nació gracias al concepto Gremlin, que fue un mito en la segunda guerra mundial en que se pensaba que los Gremlins se metían en los aviones bombarderos y averiaban los motores pero no solo eso sino que mataban a la tripulación entera. Pensar que Alien es hijo de los Gremlins es igual que pensar que King Kong es mi hijo. Exagerada hipérbole sorprendente.
Pero también sorprendidos se quedaron el elenco de actores que participaron en esta escena al ver a ese Alien salir del pecho. Era secreto. Solo lo conocía el director y el actor. Un secreto sorprendente que se puede apreciar en la cara de los actores durante el rodaje, la verdadera realidad de la forma física del pánico y temor en tu cara. Así se curten los buenos actores y directores, con retos, técnicas e hipérboles sorpresas. La película le hizo grande al maestro Ridley Scott, una majestuosidad fílmica impecable de principio a fin. Es genial cuando te transmite el miedo y el agobio como es la de estar a merced de una criatura que devora humanos muy, muy lejos de la tierra, en un solitario infierno universal de espacio y tiempo muy distinto a lo que pensabas cuando eras un crio y querías ser astronauta.

Desde la creación del universo y  la existencia humana de creer y poder estar lo más cerca posible de las estrellas nos a atraído por la belleza del universo. Navegar entre satélites y buscando indicios de vida inteligente extraterrestre en algún punto de la galaxia. Y no estamos lejos de encontrarlo, cuando aquí abajo nuestros gobernantes escaseas de esa materia, ¿en algún lado tiene que estar la susodicha sustancia?

Un tamaño y una forma del universo observable que no conocemos y a veces nos asusta lo que no conocemos. Quizás creo poder estar en un cumulo de estrellas, polvo y planetas y no estoy más que una pequeñísima parte de una inmensidad universal inimaginable, en nuestra galaxia concreta, La Vía Láctea. Concretamente en el brazo de Orión donde se encuentra el sistema solar. Aquí estoy tranquilo. Nuestro sistema solar conocido. Me gusta moverme por entre los planetas, tocar un asteroide y  ver nacer una estrella. Por mucha soledad, miedo y pánico que nos de la inmensidad del universo, ella me encuentra a mí para que la siga. Me invita a recorrer sus largos brazos y me atrae. Nos atrae. Quizás encuentre mi sitio aquí, junto al Sol. Donde es de día siempre y jamás habrá oscuridad. Donde veo donde piso y disfruto de cada pisada.

Por mucho que piense aquí abajo me gustaría subir ahí arriba, pero por mucho que sueñe en estar ahí arriba no pararía de pensar en estar ahí abajo.

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